jueves, 3 de abril de 2014

LOLLAPALOOZA Argentina DÍA 2

Para el segundo día hubo otra predisposición. Conociendo el terreno de juego, es otra cosa. Además, el pasto estaba seco, y a falta de lugares para descansar, viene bien la canastita delante de alguna de las pantallas, que eran muchas, y ayer funcionaron fenómeno. También el cacheo no fue tan excesivo como el día anterior -se ve que se cansaron de que nadie le contestara si tenían mariguana-; delante de mí unos muchachos se ponían felices por infiltrar una botella de Fernet para pasar la tarde, a pesar de que tuvieron que sacrificar una segunda botella. Igual, supongo que fue una mala idea: adentro la latita de Pepsi salía treinta pesos. Temprano, antes de las 16hs, el predio estaba lleno. Casi como el día anterior, a la hora del cierre. En total, deben haber pasado unas 70.000 personas durante todo el día. Pez iniciaba su show con mucho público esperándolos, a pesar de que en otro de los escenarios, Johnny Marr se presentaba por primera vez en Argentina. Tremendo show. La presencia sobre el escenario enamora como sólo verlo parado. Toca como los dioses. No es de esos violeros virtuosos, sino aquellos que tienen la sutileza necesaria para llegarte a la fibra más profunda del cuerpo. Al tal punto fue excelente el show, que los temas de los Smiths fueron igual de buenos que cuando los canta Morrisey. De hecho, cantan muy parecido. Las canciones de su disco solista acompañaron perfecto, y encima sobre el final hizo una versión –muy parecida a la de los Clash- de I Fought The Law. Y yo, tan ingenuo, que durante un tiempo creí que el estereotipo del inglés era Sting. Termina y me cruzo a Skay Beilinson, caminando por el predio. Ojalá haya visto el show, supongo que si fue así, le ha gustado mucho. Luego Ellie Goulding se llevaba todas las miradas por su belleza, que superó su música ampliamente. Un descanso, nada interesante para ver hasta Vampire Weekend. A pesar de las expectativas, su presentación fue la de una banda completamente descartable. La mirabas, la escuchabas y te salía un “Ok, todo bien. ¿hacemos otra cosa?. Para colmo, entre melodías amables y voces infantiles, convertían a la banda en la más positiva del mundo. Parecía como si El Principito –si, el personaje de Saint-Exupéry- anduviera medio drogado dando saltos entre la gente, convenciéndolos de que “en el mundo esta todo bien”. De saltarines, me quedo con Jack, el de los Stones. En el otro escenario, AFI. Todavía no se si esa banda es un chiste, o que. Vestidos al estilo Emo, tocando una música cercana al Glam metal de los ’80 estilo Poison, o Quiet Riot, el cantante emulaba pasos de danza tipo Freddie Mercury, mientras simulaba garcharse los equipos de guitarra. Muy gracioso. Pero no se si era su intención serlo. Entonce no quedaba otra que volver al positivismo excesivo de Vampire, o ir al Perry’s Stage donde se presentaba Krewella: dos chicas que parecían ser profesoras de aerobic, haciendo saltar a miles de pibes al ritmo de unas pistas que disparaban desde sus computadoras. Ok, después de todo, El Principito no estaba tan mal. Por fin se hizo la hora de Pixies. El show más humano del los dos días. Tremendo. Apasionante, desde donde se lo mire o escuche. No se si recuerdo alguna vez ver a unos tipos que parece no importarle nada del mundo, disfrutar tanto lo que están haciendo. Despojados de todo tipo de parafernalia que acentúe sus canciones, la performance es: esto somos notros. Y nada más que esto. Y con eso, me alcanza para reventarte la cabeza y hacerte sangrar los oídos. La ausencia de Kim Deal, está muy bien disimulada por Paz Lenchantin. Y después Soundgarden. Las esperanzazas eran muchas. La ansiedad también, ya que era la primera vez que se presentaban en Argentina. Muchísima gente los fue a ver a ellos. Y no defraudaron. Potentes, sucios, rockeros, siempre amparados por la virtuosa voz de Chris Cornell. Por momentos resultó un tanto monótono, tal vez por la elección de sonar tal cuál lo hacían hace más de 20 años, y eso generaba un “esta todo bien, suenan bárbaro, pero por un rato necesito otra cosa”. Y ahí estaba los IKV haciendo mover el Coolo, repitiendo el mismo show de Cosquín Rock. Dadas las circunstancias, lo mejor era la elección por Soundgarden. También aquí hubo una ausencia: el batero Matt Cameron –se tomo un tiempo para descansar-. Y cerraban los Peppers. Era la primera vez que los veía, y los comentarios sobre sus shows que habían llegado a mis oídos, no eran los mejores. Sin embargo, el show fue fantástico. Y el violero –aquí otra ausencia, la de Frusciante- Josh Klinghoffer, es buenísimo. Insisto en algo que supe poner en otros textos: no entiendo porque se cataloga en Argentina como estereotipo de banda festivalera a Kapanga. Existen bandas de festivales, como, precisamente, IKV, o Catupecu o Babasónicos. El mismo caso, en plano internacional, son los Chili Peppers. Una catarata de hits, cuatro tipos que dejan el alma en el escenario, miles de personas cantando. Todo bien, para el contexto. Y así termino la primera edición de Lollapalooza en Argentina. Tal vez, el año que viene, Kim Deal, John Frusciante y Mat Cameron arman un trío y viene a tocar. No sería una mala idea.

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