domingo, 12 de julio de 2015

LOS ROLLING STONES CUMPLEN AÑOS

12 de Julio de 1962 los Stones debutaban en el Marquee Club. Aquí va una lista de 53 canciones para celebrar.
1-Tell Me
2-Get Off of My Cloud
3-A tears go by
4-I’m Free
5-Paint in Black
6-Stupid Girl
7-Under My Tumb
8-Let's spend the night together
9-Ruby Tuesday
10-Backstreet baby
11-Citadel
12-Sing This All Together
13-She's a Rainbow
14-The Lantern
15-Stray Cat Blues
16-Salt of the Earth
17-Gimme shelter
18-Monkey man
19-Live whit me
20-Let it bleed
21- Jumpin jack flash
22-Dandelion
23-19th Nervous Breakdown
24-the last time
25-Out of time (version Metamorphosis)
26-I'm Going Down
27-Brown sugar
28-Sway
29-Wild Horses
30-Can't You Hear Me Knocking
31-Dead flowers
32-Moonligth mile
33-Rocks Off
34-Torn and frayed
35-Loving cup
36-All down the line
37-doo doo doo doo heartbreaker
38-Angie
39- If You Can't Rock Me
40-Memory Motel
41-before they make me run
42-She so cold
43-Indian Girl
44-Worried about you
45-Tops
46-Heaven
47-No use in crying
48-Can’t be seen
49-Almost hear you sigh
50-The worst
51-Sweethearts together
52-Thief in the night  53-How can I stop

viernes, 17 de abril de 2015

EL ENGAÑO

La televisión a veces te despierta opiniones. Mirando un programa de fútbol, di cuenta de las diferentes vertientes que tiene el engaño. La cuestión era que el arquero de Colón de Santa fe, equipo de fútbol argentino que disputa la primera división de dicho país, utilizó un recurso para quedarse con la pelota. Cuando el balón iba hacia él con un jugador rival tratando de alcanzarlo, el guardametas emuló el sonido del silbato de referí, ante lo cuál, el jugador en disputa se frenó creyendo haber cometido una falta, en este caso, creyendo estar en posición adelantada. Enseguida los periodistas que analizaban la jugada se fueron en correcciones hablando de lo mal que estaba el engaño para sacar una ventaja. Dicho así, es verdad. Engañar para sacar ventaja no es algo bueno. Sin embargo, particularmente en el deporte, hay algunos engaños que merecen ser elogiados. Estemos atentos, que determinados engaños suelen ser divertidos y necesarios. Tal es el caso de la gambeta. La gambeta, con todo su talento, con todo su esplendor, con toda su destreza, no es más que un engaño. A ver: la gambeta trata de un jugador que le hace creer a otro que va a ir para un lado, y sale para el otro. No es fácil, de hecho cada vez se ven menos gambetas, y cada vez se escuchan más simulacros de silbatos. El tema pasa por el elogio del engaño. Hasta en el engaño, vale la pena distinguir el talento. Hay engaños elogiables, y hay engaños amarretes. El problema es que lo que importa es el morbo. No el resultado; eso es una mentira, un vil engaño, una estrategia, hacer creer que lo que importa es el resultado. A los resultaditas, lo que los erotiza es el morbo. El morbo de ver al otro derrotado. El morbo de machacar durante días y días con que tal la tocó con la mano y no lo cobraron, y fulanito tiene que demostrar contra los grandes si es buen jugador o no, o “si no ganamos la final no sirve para nada”. Ejemplo: una vez un equipo de básquet si se dejaba ganar, su contrario se iba al descenso. Sin embargo, no se dejó ganar. En la fecha siguiente tuvo su premio: jugó contra su clásico rival y le ganó por un punto. Pero el morbo resalta que lo mandó al descenso, en lugar de resaltar la dignidad deportiva de ganar la fecha anterior. Otro, River y Boca. Toda la semana innumerables periodistas deportivos diciendo que un equipo mexicano jugaba con suplentes contra un equipo peruano para no ganar y que River, aún ganado, no se clasificara a la siguiente fase de la copa. Resultado: ganaron los mexicanos. River se clasificó. ¿De que se habló luego? De que ahora se enfrentaba con Boca en octavos. Los pobres mexicanos, injuriados durante siete días seguidos, ni una sola mención a su dignidad deportiva. Ni hablar de los que opinaban antes del partido que estaba bien que se dejasen ganar, porque de esta manera, quedaba afuera un posible competidor por el título, como siempre lo es River Plate. Como si ganar se tratase de hacerlo lo más fácil posible. Dios mío, o de ellos. Eso es un engaño. Decirle a alguien “esta bien que no ganes, así pierde otro, que te puede ganar”. No es así. No está bien. Y ya no se si por una cuestión de moral o corrección. Más bien porque el juego se torna aburrido. Imagínense una copa donde en las instancias finales llegan los que peor juegan. Aburrido. Imagínense un campeonato sin gambetas. Sin amagues, o sin penales simulados. Imagínense todo eso, y obtendremos un juego donde reinará la mano intencional, el juego brusco y la defensa férrea. No nos dejemos engañar por el engaño amarrete.

miércoles, 10 de diciembre de 2014

THURSTON MOORE BAND EN ARGENTINA

Domingo 7 de diciembre, víspera de feriado. Lluvioso y húmedo. El cielo, además, amenaza con tormentas eléctricas. En algún lugar de argentina toca Thurston Moore. Muy pocos se enteraron. Algunos asistirán al concierto. Cuando cae la noche ya no quedan ganas de levantarte de tu sillón y caminar unas cuadras para llegar al teatro, pagar la entrada, y mezclarte entre unos 400 fans y ciertos periodistas. Mucho menos de tomarte un bondi y trasladarte unos 30 minutos, distancia mínima entre localidades de BsAs. Sin embargo, algunos pocos eligieron esta opción. Y no se lo van a olvidar en el resto de sus vidas. Inmediatamente comenzado el show, Thurston te trasporta a un viaje extra terrenal, guiado por un volumen demencial, un sonido penetrante, un espíritu inquebrantable, y una transferencia de lo que pasa en la calle al interior: la tormenta esta ahora entre cuatro paredes. La excusa es la presentación de su último disco, ‘The best day’, donde se sienten ejercicios de Sonic Youth, con una banda que la rockea; y esto lejos de ser algo que atrase el tiempo, se lo celebra y disfruta, ya que fueron ellos los primeros en tocar lo que se escucha. La banda que formó Thurston para salir de gira y que lo acompaña en gran parte del disco son Steve Shelley (Sonic Youth), Debbie Googe (fantástica bajista de My Bloodie Valentine) y James Sedwards (Guitarrista de Nought). Doble sorpresa con el batero de Sonic Youth: en Brasil sufrió desprendimiento de retina, y tuvo que ser suplantado. Quién lo sustituyó es una bestia percutiva a la que calificar de perfecto su toque sería un insulto, ya que si por algo se caracteriza el tándem que logró con Googe, es el de huirle a la perfección, en el sentido de los parámetros correspondientes que marca el status quo musical. Todos juntos forman un bloque que debería entrar en la góndola de “artistas completamente despojados de lo que indica el mercado”. Y más allá de los vínculos inevitables con Sonic Youth, en el show (que promedió la hora y media), hay canciones como “The best day” que se unen con la psicodelia stone de “Their satanic Majestic request”. Definitivamente, es el vivo donde se refuerzan todas las virtudes artísticas de Moore & cía. Pareciera que lo único que interviene la pureza de su arte es el delirio. Todo es sensible y aterrador. Todo sonido es traumático y disfrutable.

jueves, 3 de abril de 2014

LOLLAPALOOZA Argentina DÍA 2

Para el segundo día hubo otra predisposición. Conociendo el terreno de juego, es otra cosa. Además, el pasto estaba seco, y a falta de lugares para descansar, viene bien la canastita delante de alguna de las pantallas, que eran muchas, y ayer funcionaron fenómeno. También el cacheo no fue tan excesivo como el día anterior -se ve que se cansaron de que nadie le contestara si tenían mariguana-; delante de mí unos muchachos se ponían felices por infiltrar una botella de Fernet para pasar la tarde, a pesar de que tuvieron que sacrificar una segunda botella. Igual, supongo que fue una mala idea: adentro la latita de Pepsi salía treinta pesos. Temprano, antes de las 16hs, el predio estaba lleno. Casi como el día anterior, a la hora del cierre. En total, deben haber pasado unas 70.000 personas durante todo el día. Pez iniciaba su show con mucho público esperándolos, a pesar de que en otro de los escenarios, Johnny Marr se presentaba por primera vez en Argentina. Tremendo show. La presencia sobre el escenario enamora como sólo verlo parado. Toca como los dioses. No es de esos violeros virtuosos, sino aquellos que tienen la sutileza necesaria para llegarte a la fibra más profunda del cuerpo. Al tal punto fue excelente el show, que los temas de los Smiths fueron igual de buenos que cuando los canta Morrisey. De hecho, cantan muy parecido. Las canciones de su disco solista acompañaron perfecto, y encima sobre el final hizo una versión –muy parecida a la de los Clash- de I Fought The Law. Y yo, tan ingenuo, que durante un tiempo creí que el estereotipo del inglés era Sting. Termina y me cruzo a Skay Beilinson, caminando por el predio. Ojalá haya visto el show, supongo que si fue así, le ha gustado mucho. Luego Ellie Goulding se llevaba todas las miradas por su belleza, que superó su música ampliamente. Un descanso, nada interesante para ver hasta Vampire Weekend. A pesar de las expectativas, su presentación fue la de una banda completamente descartable. La mirabas, la escuchabas y te salía un “Ok, todo bien. ¿hacemos otra cosa?. Para colmo, entre melodías amables y voces infantiles, convertían a la banda en la más positiva del mundo. Parecía como si El Principito –si, el personaje de Saint-Exupéry- anduviera medio drogado dando saltos entre la gente, convenciéndolos de que “en el mundo esta todo bien”. De saltarines, me quedo con Jack, el de los Stones. En el otro escenario, AFI. Todavía no se si esa banda es un chiste, o que. Vestidos al estilo Emo, tocando una música cercana al Glam metal de los ’80 estilo Poison, o Quiet Riot, el cantante emulaba pasos de danza tipo Freddie Mercury, mientras simulaba garcharse los equipos de guitarra. Muy gracioso. Pero no se si era su intención serlo. Entonce no quedaba otra que volver al positivismo excesivo de Vampire, o ir al Perry’s Stage donde se presentaba Krewella: dos chicas que parecían ser profesoras de aerobic, haciendo saltar a miles de pibes al ritmo de unas pistas que disparaban desde sus computadoras. Ok, después de todo, El Principito no estaba tan mal. Por fin se hizo la hora de Pixies. El show más humano del los dos días. Tremendo. Apasionante, desde donde se lo mire o escuche. No se si recuerdo alguna vez ver a unos tipos que parece no importarle nada del mundo, disfrutar tanto lo que están haciendo. Despojados de todo tipo de parafernalia que acentúe sus canciones, la performance es: esto somos notros. Y nada más que esto. Y con eso, me alcanza para reventarte la cabeza y hacerte sangrar los oídos. La ausencia de Kim Deal, está muy bien disimulada por Paz Lenchantin. Y después Soundgarden. Las esperanzazas eran muchas. La ansiedad también, ya que era la primera vez que se presentaban en Argentina. Muchísima gente los fue a ver a ellos. Y no defraudaron. Potentes, sucios, rockeros, siempre amparados por la virtuosa voz de Chris Cornell. Por momentos resultó un tanto monótono, tal vez por la elección de sonar tal cuál lo hacían hace más de 20 años, y eso generaba un “esta todo bien, suenan bárbaro, pero por un rato necesito otra cosa”. Y ahí estaba los IKV haciendo mover el Coolo, repitiendo el mismo show de Cosquín Rock. Dadas las circunstancias, lo mejor era la elección por Soundgarden. También aquí hubo una ausencia: el batero Matt Cameron –se tomo un tiempo para descansar-. Y cerraban los Peppers. Era la primera vez que los veía, y los comentarios sobre sus shows que habían llegado a mis oídos, no eran los mejores. Sin embargo, el show fue fantástico. Y el violero –aquí otra ausencia, la de Frusciante- Josh Klinghoffer, es buenísimo. Insisto en algo que supe poner en otros textos: no entiendo porque se cataloga en Argentina como estereotipo de banda festivalera a Kapanga. Existen bandas de festivales, como, precisamente, IKV, o Catupecu o Babasónicos. El mismo caso, en plano internacional, son los Chili Peppers. Una catarata de hits, cuatro tipos que dejan el alma en el escenario, miles de personas cantando. Todo bien, para el contexto. Y así termino la primera edición de Lollapalooza en Argentina. Tal vez, el año que viene, Kim Deal, John Frusciante y Mat Cameron arman un trío y viene a tocar. No sería una mala idea.

miércoles, 2 de abril de 2014

LOLLAPALOOZA Argentina DÍA 1

No se veían grandes publicidades incitando a ir desde el interior –así se suele llamar a la ciudades, pueblos y provincias que no son de la Capital- incitando a ir y ser parte de la primera edición del festival Lollapalooza en Argentina. Por ende, en lo previo, no esperaba que la peregrinación sea a gran escala. Sin embargo, más de 60.000 personas participaron ayer del evento. Y, más allá de que no se debería explicar los términos utilizados en este texto, no es inocente la apropiación de palabras como ‘publicidad’ ‘ser parte’. La primera impresión sobre los asistentes a #LollaAr –insoportables los pedidos desde las pantallas para que se twittee así- estaba completamente alejada del estereotipo rocker. Y más bien parecían haber llagado allí para no perdérselo, para estar acorde a una movida, para participar de algo que ofrece más que música, y en ese sentido, el primer día dejó poco. Un cacheo excesivo, consultándoles a los chicos si llevan mariguana –todavía estoy esperando que alguno le conteste “Sí, 150 pesos el 25”- el pedido de que conserves la entrada y la pulserita para ingresar al otro día –una avivada de la producción, estimo que, para no entrar en gastos e imprimir dos entradas; ojo si se bañan, la pulserita endeble corre peligro y deberán abonar otra vez- y lo primero que se ve antes de entrar al predio, no es un escenario, sino un puedo de merchandacing. No dejes de llevarte tu souvenir, como si fueras a Temaikén, con la diferencia de que allá vez a tigres encerrados, y acá gente que va de acá para allá tratando de ver todo lo que puede, y cuando necesita tomar algo tiene que pagar 30 pesos la botellita de agua, y no se puede sentar en ningún lado. En los pitucos puestos de comida gourmet no hay ni mesas ni sillas. Y en el pasto, hay agua. Claro que, esto último es producto del factor climático que afectó a bsas los últimos días. Entonces la propuesta va por un lado, y lo que hay está en otro. O sea, crees que vas a estar cómodo, que vas a entrar a un parque de diversiones con shows, que te comes un sushi tranquilo mientras esperas a Trent Reznor…o alimentas tu creatividad con actividades alternativas a la música…y no, eso no está. El lookete sí, a full –de ahí lo poco relacionado con el estereotipo rocker-. Pero el entorno, en lugar de Palermo chic!, parece Cosquín Rock. Y técnicamente, lo mismo de todos los festivales. De vez en cuando se cortan las pantallas, se mezclan los audios de un escenario al otro –una lástima lo de New Order y Nine Inch Nails, tocaban a la misma hora y en determinados sectores, era imposible escuchar a los primeros, arroyados por la fiereza del sonido de los segundos- y cuando hay viento, se vuelan los paños hermosos que decoran los escenarios. Y ni hablar si queres tomarte una cerveza. Esto es sólo privilegio del Vip o sector de prensa. De allí salen con bebidas alcohólicas hacia el sector donde no se vende, por lo tanto, no queda claro el porqué de la no venta en el campo. Los shows: Por cuestiones de tiempo, no vi las primeras presentaciones, y si bien no me gusta utilizar potenciales, confío en mis amigos periodistas que me dijeron que Jake Bugg la rompió. Por lo tanto, “dicen que Jake Bugg dio un gran show y sorprendió a la audiencia de Lollapalooza que ingresó temprano al predio” Julian Casablancas no se entiende. En todo sentido. No se entiende el porqué de su estética de volumen altísimo –el rock no es rock por tocar a volumen brutal- voz rota, y una banda prolija. No se entiende, porque, efectivamente desde el público no se entiende nada. Lo que canta, lo que tocan. Todo es una bola de sonido, con algunas melodías lindas y conocidas de fondo, que permiten tararear lo temas que conocemos todos. Imagine Dragons es la banda ideal para musicalizar publicidades que venden vida feliz. Supongamos, alguna tarjeta de crédito que permita tener una TV grandísima para ver el mundial, o jabón para lavar la ropa. Lorde, una buena voz, buena presencia en el escenario, algo monótono su show. Pero deja entrever que habrá una buena carrera. Tal vez lo más interesante pasaba por el escenario del mentor de esta marca, Perry Farrel, con algunos dj’s tempraneros o rappers más entrada la noche –atención con Kid Cudi-, hasta Phoenix. Los franceses dieron un show tremendo. Hermosas canciones, muy buen audio, y una manera de disfrutar el show impactante. Luego, New Order por un lado, Nine Inch Nails por el otro. Estos potenciaron un show chocante desde lo sonoro y visual. Impecable en ese sentido, abrumador también. Por momentos, necesitaba que algo suene mal. O algún acople. New Order nunca lograré saber si estuvo buenísimo, porque en algunas partes se mezclaba con el abusivo volumen de NIN, y había que moverse hacia la izquierda del escenario, y bastante adelante, para disfrutar del show. Lo que pude escuchar bien, fue bueno. Y lo mejor de todo el día, lo que pagó la entrada, lo que justificó la fecha, fue The Arcade Fire. Si existiera una licuadora virtual gigante, y meterían los discos de Talking Heads, algunos de Bowie y Rei Momo de David Byrne, saldría esta banda Canadiense. Comenzaron con un chiste que causó buen efecto: salieron a escena luego de ser presentados por “un robot” estampillado con espejitos como si fuera una bola de boliche andante, y los músicos entraron al escenario con cabezas gigantes, y resultó ser Julian Casablancas el que estaba debajo de la cabeza principal. Puros, virtuosos, divertidos. Marido y mujer al frente de una animación sostenida con buenísimas canciones, puesta en escena sobria y efectiva, y una banda que la rompe. Al final, fuegos artificiales detrás del escenario, y un desagote del predio rápido y cómodo. Hoy otra vez.

martes, 28 de enero de 2014

“Ayer soñé que estábamos en el aire y queríamos volar”

Siempre pensé que no se podía hacer una reseña de un tema, pero cuando algo te sorprende, la reacción es inmediata e indomable. Y más aún, cuando algo te sorprende para bien. La frase del título pertenece al tema adelanto de la banda rosarina Septiembre, llamado “Rayo”. No que bien que querrá decir para ellos, pero para mí, fue muy significativa. Septiembre es una banda que conocí hace muchísimo tiempo, creo que más de 10 años, cuando era cronista de rosariorock.com, y nos acercaron a la redacción un Ep. La formación era un trío, y estaban virados hacia el hardrock, incluso, su fuerte eran los covers de Divididos. Pero se les notaba que estaban convencidos de que se iban a dedicar a la música. Tenían algo que otros no tenían. Hambre, buen gusto, convicción, tocaban bien y no eran groupies de los bares del momento. Después de algunos años sumaron un integrante, escucharon otra música, y cambiaron. Sacaron un buen primer disco, aunque ya desde el nombre –“Ahora o nunca”-, cargado de ansias juveniles. Cuando pasa esto, hay dos opciones: o caes en los lugares comunes más aberrantes de la música trasformándote en los Danger Four del sonido de época –algo parecido a los oportunistas del conurbano de los que habla Capusotto-, o creces. Y a juzgar por “Rayo”, Septiembre creció. Creció porque su primer disco es bueno porque tiene canciones hermosas, pero también es cierto que carece de una personalidad marcada. Hoy me llegó, como nos llega todo hoy, a través de las redes sociales, el tema adelanto del próximo disco. Tal vez el concepto general de lo que está por venir no me guste. Pero me importa muy poco. Destaco de esta canción, porque además de linda, tiene la personalidad que Septiembre necesitaba para ser buenísimo. ¿No remite a nada? Ni me interesa porque suena a Septiembre. Es distinto a lo anterior y son ellos. Cada vez más ellos. Y es una buena noticia arrancar el 2014 con una banda que se hizo grande –sin remitir al frío de lo cuantitativo- porque creció.