La verdad que por una cuestión…¿nostálgica? uno se
entusiasma con esto de mostrarle a su hijo algún personaje que supo entretenerlo
en su infancia. Esa, supongo, habrá sido uno de las supuestas buenas ideas para
captar público en esta nueva propuesta de Manuel García Ferré, llamada
“Largirucho y Soledad”.
Desde el comienzo, se nota que las imágenes y la propaganda
turística de San Luis tienen más protagonismo que el mismísimo Larguirucho. El
núcleo de la historia se basa en que la bruja Cachabacha esta celosa de Soledad
y quiere tener su éxito. En este sentido “juegan” con un estereotipo ortodoxo y
cavernario: la bruja es mala y toca heavy metal. Toca heavy metal, en un
callejón todo sucio, con botellas vacías, cajones de frutas medios podridos y
graffitis en las paredes. Por otro lado, apuestan a un cliché harto usado en
muchas películas ATP de los ’80 argentinos: la inclusión de personajes
populares y conocidos, con un cariño aceptable por parte de diferentes públicos
y edades. Error. Bahh, toda la película es un error. Estos personajes (Diego
Capusotto, Carlitos Balá, Guillermo Andino, El Chaqueño Palavecino) no tienen
ningún aporte en la historia. Sólo incertidumbre; ¿qué hacén ahí? Y por último
el clásico numerito musical, esta vez tiene más protagonismo por ser Soledad
Pastoruti uno de los dos personajes centrales de la película junto a
Largirucho. Una especie de animadora infantil consagrada, sin onda con los
chicos, con una actuación medio pelo, ridiculizada en el vestuario y con un
pretendido enganche de canciones para que los niños canten en el cine, cuando
la respuesta del público infantil es mirar atónitos la pantalla del cine que
rebalsa de sin sentidos. El mal sonido y la imagen cascoteada espero que hayan
sido fruto de la casualidad de una mala proyección justo en mi momento en la
sala.
Propaganda política, estereotipos en desuso, bastardeo de
personajes queribles...Largirucho y Soledad es una porquería
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